La humanidad está viviendo un momento en el que la educación de nuestros descendientes se ha convertido en una prioridad.

Hace unas generaciones el ser humano estaba preocupado por subsistir, por tener cubiertas unas necesidades básicas de alimentación y cobijo para los hijos y donde su educación emocional quedaba, lógicamente, en un segundo plano. En la sociedad actual esa perspectiva ha cambiado mucho, en muchos sentidos afortunadamente, pero para Emociona Psicología el problema es que esa educación psicológico-emocional se ha convertido en un aspecto tan importante, casi de forma obsesiva para muchos padres, que se está perdiendo la perspectiva adecuada desde donde poderles ayudar a crecer de la manera adecuada. 

Al gabinete acuden regularmente muchas personas que nos cuentan las preocupaciones o problemas que ven en sus hijos y observamos que muchos de ellos tienen más que ver con la visión que tienen los propios padres de ellos y de cómo debe ser su educación que por problemas reales en la personalidad de los niños. 

Hoy en día se está produciendo una hiperestimulación de la educación, los padres creen que para que estén mejor preparados para el futuro necesitan no sólo cumplir son unas actividades académicas propias de la escuela, sino también se les busca diariamente algún aprendizaje extraescolar, a veces por necesidades profesionales de los padres, pero en general porque queremos potenciar su preparación de cara al futuro y estamos creando niños estresados que la mayor parte de su tiempo lo dedican a actividades dirigidas sin darnos cuenta de la importancia que tiene el tiempo libre no dirigido para que se desarrollen algunas áreas del cerebro; cuando un niño tiene tiempo libre o se aburre es cuando crea, cuando tiene que poner en marcha la imaginación, el juego simbólico individual tan importante en su desarrollo cognitivo.

Los padres están forzando los procesos de desarrollo de los niños, hay una preocupación excesiva por lo que hacen y también por como son. Observamos que muchos padres hipervigilan las conductas de sus hijos, llegando a darle demasiada importancia a aspectos de su personalidad que a veces son propios del desarrollo y otras veces son características de su personalidad inherentes al carácter, que no tienen porque ser patológicas o susceptibles de ser cambiadas. Cada niño, cada ser humano, tiene rasgos que le van a facilitar la vida y otros que se la van a hacer más compleja, algunos de ellos cuando son extremos o cuando dificultan los procesos de adaptación al entorno se debe de intervenir sobre ellos para ayudar, facilitar dicha adaptación, otros habrá que aceptarlos porque son características individuales no patológicas sobre las que se puede producir una fijación, un sentimiento en el niño de rechazo que puede hacer daño a su autoestima.

Es muy importante que en el crecimiento del niño sienta una aceptación de su entorno acerca de quién es que ayude al desarrollo adecuado de su personalidad.

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